Hacia un nuevo concepto de empresa
Se está produciendo un cambio
socioeconómico importante, que podría resumirse en la finalización de la
cultura heredada de la revolución industrial, cuyo concepto dominante de
empresa era la maximización del beneficio (que, por cierto, ha hecho daño y es
responsable de la “imaginación” para incrementar beneficios - de ahí los
llamados chiringuitos, la “cultura del pelotazo”…- o la minimización de costes
- de ahí, también, los riesgos en la inseguridad alimentaria-). Este modelo de
empresa, que maximiza el beneficio como objetivo absoluto, sin más, está
pasando a una nueva concepción por la que se piensa que la empresa es una forma
más de ciudadanía y, por tanto, ha de convivir responsablemente con el entorno20,
al que influye y sobre el que tiene algún tipo de responsabilidad. Es la
“ciudadanía organizativa” como concepto paralelo, y quizá más profundo, al de
la R.S.E. La explicitación de este cambio del modelo empresarial lo indica la
propia Comisión Europea en su Libro Verde sobre R.S.E., indicando los motivos
que han impulsado este avance de la R.S.E. Se citan cuatro razones que han
motivado este tema:
a) Las nuevas inquietudes y
expectativas de los ciudadanos, consumidores, poderes públicos e
inversores en el contexto de la
mundialización y el cambio industrial a gran escala,
b) Los criterios sociales
influyen cada vez más en las decisiones de la inversión de las personas
o las instituciones, tanto en
calidad de consumidores como de inversores,
c) La preocupación cada vez mayor
sobre el deterioro medioambiental provocado por la actividad
económica,
d) La trasparencia de las
actividades empresariales propiciada por los medios de comunicación
y las modernas tecnologías de
información y comunicación.
Es decir, el Libro Verde fomenta
la responsabilidad social porque hasta ahora, en general, o ha
sido muy débil o no la ha habido,
salvo excepciones. La globalización fractura la sociedad e incrementa la
distancia entre la riqueza y la pobreza. La actividad económica deteriora el
medio ambiente, aspecto que empieza a ser denunciable por los consumidores e
inversores, y los medios de comunicación convierten en transparente los vacíos,
abusos, y fallos, que antes eran ignorados, del mundo empresarial. Por tanto la
RSE no debiera ser interpretada como un valor añadido, sino como la
constatación de un déficit. Es importante insistir en este aspecto, sobre todo
cuando se entra en el debate de voluntariedad / obligatoriedad de la RSE,
porque podrían darse por supuestos, o por cumplidos, determinados mínimos
legales que, quizá, que estén muy lejos de tenerse en cuenta.
Por otra parte, y esto es muy
importante, el contexto global en el cual desarrolla su actividad la
empresa deja al descubierto la
existencia de vacíos legales, o legislaciones laxas, que es preciso cubrir a
través de políticas públicas y/o de la propia RSE por parte de la empresa, que
debería tomar sus decisiones de acuerdo con criterios éticos de funcionamiento
que han de ser coherentes con todos los entornos en los que opera.
Institucionalización de la Ética en la
empresa
Uno de los desafíos más relevantes en
relación al discurso ético es pasar de las intenciones o buenos deseos a la
acción, es decir a acciones concretas que modifiquen y transformen éticamente a
las organizaciones. La tarea de incorporar la ética a la vida de la empresa no
es simple y admite algunas dificultades que, si bien no son insalvables,
requieren de una detenida consideración con el propósito de obtener los mejores
resultados. Es necesario contestar al menos dos preguntas: ¿Ética para qué? Y
¿Cómo se integra a la cultura de una empresa?
El proceso de institucionalización no es
igual en todas las empresas, aún y cuando siempre se inicia con un apartado que
podemos denominar “necesidad percibida”, es el cuestionamiento que surge en la
organización tratando de contestar la pregunta ¿Nos serviría para algo la ética
en la empresa? Pero antes de dar respuesta a esta pregunta es relevante conocer
las distintas formas de aproximación a la ética por parte de las
organizaciones.
Un primer grupo de empresas es el que
defiende la necesidad de la ética en la empresa y desarrolla medios eficaces
para su incorporación o institucionalización. Estas empresas están empeñadas en
crear una cultura ética incorporada al ethos de la misma empresa, alternativa
que podemos denominar ética comprometida. Es el caso de las empresas que tienen
la intención de actuar éticamente y así lo demuestran con acciones y
estrategias.
Existen también empresas que defienden la
necesidad de la ética empresarial y que no cuentan con el conocimiento
necesario para desarrollar su incorporación o institucionalización. Estas
empresas tienen en buen deseo de comportarse con base a principios éticos; sin
embargo, sus esfuerzos no logran una aplicación o “aterrizaje” consistente y
eficaz. Podemos sintetizar esta modalidad de empresas en una sola expresión:
ética como buena intención. La ética está en su discurso, pero no se manifiesta
de manera generalizada en sus acciones, compromisos y vida cotidiana.
Una tercera categoría de organizaciones
se pueden identificar como aquellas que se oponen a la incorporación de la
ética, pero no lo promulgan abiertamente. Manifiestan que creen en principios
éticos, pero realizan acciones en donde la realidad nos dice que ignoran o peor
aún contravienen los principios éticos. Es el caso de empresas con un doble
discurso, que incluso llegan a desarrollar acciones filantrópicas pero
incumplen con sus criterios éticos, como asegurar la calidad de sus productos,
pagar salarios justos y proteger el medio ambiente por citar algunos. Esta
opción demuestra que la relación entre ética y empresa se manifiesta como
simple apariencia, y por este motivo se le denomina: ética como cosmética. En
este sentido, afirma Lipovetsky: “la ética no constituye una práctica
desinteresada, sino una inversión estratégica y comunicacional al servicio de
la marca y del crecimiento de la empresa.”
Finalmente, y como una variación de la
anterior categoría, se encuentran las empresas ilegítimas, que serían aquellas
que se oponen a la incorporación de la ética, y lo demuestran con sus
actividades cotidianas. Para estas empresas la ética está fuera de lugar. El
negocio consiste en obtener logros o resultados con base a corrupción,
manipulación, sobornos o engaño, entre otras medidas similares, y dejar de
hacerlo supone, para ellos, desaparecer como empresa: el negocio es la transa.
Estas empresas podríamos señalar que considerar que la ética nos estorba.
Esta tipología permite comprender que las
empresas enfrentan que las organizaciones pueden clasificarse en distintas
posturas frente a los criterios éticos, sin embargo sólo las empresas que
buscan privilegiar la ética como convicción y compromiso, son las que pueden
aspirar a institucionalizarla y obtener con ello los mejores resultados.
La ética como un verdadero compromiso es
aquella que permite realizar una sana autocrítica para preguntarse entre otras
cosas:
* Los valores éticos (honestidad,
responsabilidad, veracidad, etc.) los practican y transmiten los funcionarios o
directivos a través de su ejemplo?
* ¿Existe congruencia entre lo que declaran los directivos y la forma en que desempeñan su trabajo diario?
* ¿El compromiso ético de los directivos es igual de importante que el resto de sus responsabilidades?
* ¿Los dilemas que se nos presentan en la actividad de la empresa: se analizan, discuten y se aplican criterios éticos para resolverlos?
* ¿Existe congruencia entre lo que declaran los directivos y la forma en que desempeñan su trabajo diario?
* ¿El compromiso ético de los directivos es igual de importante que el resto de sus responsabilidades?
* ¿Los dilemas que se nos presentan en la actividad de la empresa: se analizan, discuten y se aplican criterios éticos para resolverlos?
Las anteriores preguntas nos sirven de
guía para reflexionar y considerar si deseamos que los valores éticos realmente
se conviertan en una cultura que promovemos en la empresa. La pregunta
fundamental a contestar antes de pensar en institucionalizar los valores éticos
en la empresa sería ¿Estamos convencidos que los criterios éticos como el
respeto, la veracidad, la honestidad o la responsabilidad deben ser un valor
agregado para la organización? Si la respuesta es afirmativa, la segunda parte
será el trabajar en buscar los medios para conseguirlo.
Rasgos básicos de la asesoría ética
La finalidad de esta asesoría es la institucionalización de la ética en la
empresa. Este enfoque se apoya en el hecho de que la empresa tiene ya una
dimensión moral, derivado de su necesidad de legitimación ante la sociedad,
como institución social que es. El objetivo de la asesoría ética sería el de
ayudar a la resolución de conflictos, y ello de un modo consensuado.