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Tema 4. Primera parte

Algunas dificultades
Los manuales de ética empresarial, especialmente los de corte anglo-sajón, suelen contraponer los enfoques opuestos. Uno centrado en deberes, y otro en las consecuencias externas de la acción. A veces se añade otro basado en virtudes. Lo más relevante no es tanto la citada distinción convencional sino el modo cómo se relaciona ética y acción empresarial. En este sentido cabe distinguir tres versiones de la ética empresarial. La primera, que denominamos economicismo limitado, tiene como criterio supremo maximizar beneficios pero acepta como restricción cumplir la legalidad vigente y, en algunos casos, las exigencias sociales del entorno. La segunda versión, designada aquí como dualismo racionalista, introduce la necesidad de justificar cada decisión mediante juicios éticos que se hacen partiendo de alguna teoría ética de corte racionalista que define qué es correcto. La tercera versión es llamada realismo moderado al aceptar la capacidad humana de un conocimiento moderado de la realidad. Entiende que la ética es parte integrante de toda acción en la medida en que ésta incide en quien la realiza y contribuye o dificulta el logro de la excelencia humana, a diferencia de otras teorías.
Una de las dificultades de la ética empresarial para quien no es especialista en ética es aclararse con los diversos enfoques éticos que se presentan como válidos. Basta ojear la abundante bibliografía actual sobre ética empresarial para darse cuenta de que hay una multitud de teorías éticas que compiten por liderar la ética empresarial. Cada una presenta sus ventajas y pone de relieve los inconvenientes de las teorías competidoras. Eso suele desconcertar y a veces incluso desanimar a quienes sinceramente se acercan en busca de orientación para actuar bien en el ámbito de la empresa y los negocios. La pregunta que surge es cómo determinar cuál es la teoría correcta, si es que hay alguna que lo sea. ¿O acaso elegir uno u otro enfoque es sólo una opción personal ajena a criterios racionales?
Muchos de los manuales más conocidos de ética empresarial con frecuencia presentan dos grandes enfoques, uno deontologista (de deon, deber), centrado en los deberes a cumplir, y otro teleologista (de teleos , fin), generalmente en forma de “utilitarismo”, que se fija exclusivamente en las consecuencias de la acción. Todavía  hay un tercer enfoque incluido en muchos manuales. Se trata de la ética de las virtudes, que no se fija en ninguna norma concreta sino en el desarrollo de virtudes en el sujeto a  través de la acción y en el papel de la virtud de la prudencia o sabiduría práctica para determinar qué es lo que debe hacerse en cada situación.

Empresario y Ética
Las fuentes de moralidad, que como es bien sabido son tres: el objeto o fin de la obra, la intención o fin del agente, y las circunstancias, entre las que ocupan lugar destacado las consecuencias. La sana doctrina moral ha enseñado, siempre, que el elemento primario y decisivo para el juicio moral es el objeto del acto humano, el cual, recuerda el Papa, decide sobre su "ordenabilidad" al bien y al fin último que es Dios. De forma que, si bien una intención torcida puede pervertir un acto bueno o indiferente por su objeto, ninguna intención por buena que sea, puede convertir en bueno un objeto intrínsecamente malo. Y si es cierto también que las circunstancias pueden atenuar e incluso eliminar la imputabilidad moral de un acto malo por su objeto, ninguna circunstancia podrá nunca cambiar la especie moral de tal acto, haciéndolo pasar de malo a bueno.

De la ética de la convicción a la ética de la responsabilidad convencida
Hay estos dos tipos de ética que, de algún modo o de otro siempre se habrán distinguido a lo largo de la historia del pensamiento moral, pero que desde Max Weber se han distinguido con más incisividad. "Ética de la responsabilidad" es un título que no trae demasiadas dificultades. Responsabilidad quiere decir, entre otras cosas, que uno asume las consecuencias de las acciones por las que se decide. Aquí ya queda claro que la ética de la responsabilidad tiene mucho que ver con lo que en Alemania se llama Erfolgsethik (ética del éxito). Tiene esta ética de la responsabilidad mucho que ver con el llamado utilitarismo, porque cuando se producen o hacen cosas útiles se tiene éxito, sea de cara a uno mismo, sea para los demás. Por tanto, la ética de la responsabilidad está muy ligada al utilitarismo, para el cual el criterio o patrón de enjuiciamiento de las acciones humanas –que muchas veces son aptas, quizá no siempre, para un enjuiciamiento moral– son los resultados o consecuencias que produzcan. Para decirlo rápidamente, en la ética moderna, el iniciador del utilitarismo moderno –aunque todo ha tenido antecedentes históricos– es el filósofo inglés Jeremías Bentham, cuyo lema decía: hay que conseguir la mayor felicidad para el mayor número posible de personas.
Para designar la “ética de la convicción”, Max Weber usaba la palabra Gesinnungsethik. Esta palabra, en relación con la problemática ética, procede de Kant, que tiene un lema fundamental, el imperativo
categórico, según el cual nuestras acciones tienen que ser universalizables: actúa de tal modo que la máxima subjetiva de tu acción individual pueda ser elevada a ley universal, moral, por todas las personas, los sujetos
racionales. Kant es el máximo enemigo de la ética utilitarista. Para él hay acciones que son intrínsecamente malas, lo que quiere decir que no se pueden llevar a cabo bajo ninguna circunstancia, independientemente de
las consecuencias, independientemente del número de personas a las que con esas acciones hagamos felices, cuya vida salvemos. Entonces, en Kant –que habla mucho de Gesinnung– todo se cifra en la conciencia: nosotros no podemos hacer en conciencia cosas que sean intrínsecamente malas. Por lo tanto, al actuar moralmente y al hacer juicios morales, tenemos que prescindir del resultado o de las consecuencias. Tal vez una palabra más adecuada para la ética de la convicción sería la "ética de la conciencia" (Gewisen). Gewissheit, en alemán, se traduce como convicción, certitud subjetiva, certeza, estar seguro de algo.

Principales dificultades de una etica empresarial.
Para hacer negocio es preciso olvidarse de la ética común y corriente, porque sus negocios tienen sus propias reglas de juego y estas reglas están regidas por una ética propia. Esta premisa se fundamenta en que la empresa consiste en maximizar beneficios, en términos de dinero poder y prestigio.
La ética de una empresa puede considerarse como mantenerse al margen de todos los aspectos legales y leyes de mercado ya que para los aspectos sociales hay otras instituciones que se encargaran de hacer cumplir sus leyes. ¿Cosmética o necesidad? Formular una pregunta como la anterior no solo es cuestión de de desconfianza, sino un recelo bien fundado en la historia de la humanidad

Razones para el nacimiento de la ética empresarial.
Fundamentalmente la urgencia de recuperar la confianza en la empresa. La falta de credibilidad no resulta ser una carta de triunfo en el mundo del negocio y la confianza fue convirtiéndose de nuevo explícitamente en el valor empresarial. Pero la confianza es una actitud que necesita tiempo para mostrarse y es precisamente cuestión de tiempo para poder ver que tan confiable ha sido dicha actitud.
Una empresa que se plantea únicamente el máximo beneficio en un corto plazo es de hecho suicida, y mal va a poder sobrevivir en estos tiempos de dura competencia en que la responsabilidad a largo plazo es una garantía de supervivencia.
Tras los escándalos de corrupción en Norteamérica (Watergate, Lockheed, Gulf Oil, etc) y algunos parecidos en otros países como España, la sociedad recuerda que la confianza es un recurso demasiado escaso, cuando esta constituye la unión de los miembros de la misma, por lo que las empresas emblemáticas refuerzan la vigilancia sobre su propia conducta; tampoco podemos pensar que la ética se reduce a fenómenos de corrupción ni deja de ser importante cuando éstos disminuyen o desaparecen, más allá de las modas, la ética se impone como una necesidad.
Creer que la concepción de la ética empresarial se circunscribe básicamente al estricto cumplimiento de las normas legales y la adhesión a las regulaciones internacionales, es un pensamiento erróneo; debido a esto muchas compañías se ceñían a manuales que detallaban lo que los empleados podían o no hacer en ámbitos específicos, pero estos ámbitos en la ética empresarial se han expandido, porque ya no sólo abarcan la acción de una compañía respecto de cómo obedecer a la ley o tratar a sus empleados, sino además determinan la naturaleza y calidad de la relación que establece con sus inversionistas, clientes aislados, comerciales, proveedores, la comunidad, el medio ambiente e incluso las generaciones futuras.