Urgencia de recuperar la
confianza en la empresa
Por regla general la corrupción, como manifestación desviada del ejercicio
del poder, se vincula casi exclusivamente a la órbita de la función pública y
por ende se centra en la misma, dejando de lado el hecho de que la corrupción
no es una mera contradicción con la legalidad vigente, susceptible de ser
fiscalizada por unas instancias de control administrativas o judiciales que se
resistan al soborno, pues se trata, ante todo, de una fenomenología; de una
auténtica contracultura que se filtra en el tejido social, empapando el juego
de relaciones entre los individuos que la integran (servidores públicos y administrados), vinculada
fundamentalmente a una preocupante falta
de compromiso ciudadano. Es evidente por tanto, que para que se materialice la
figura del corrupto tiene que existir ineludiblemente la voluntad, decisión y
acción del corruptor, aquel sin cuya participación la corrupción nunca pasaría
del plano de la intención.
Las empresas están urgidas a tomar
conciencia de que la corrupción y sus modalidades son la causade crisis de muy
alto riesgo para su reputación , muy superior a las generadas por motivos
exógenos como accidentes o fenómenos naturales, o por motivos endógenos (conflictos laborales, problemas
financieeros, productos defectuosos, etc.),
quizá solo superas por productos adulterados. Y una empresa sin
reputación es una empresa herida de muerte.
La responsabilidad social de las
empresas
Desde las dos últimas décadas del
pasado siglo, el comportamiento de las empresas está evolucionando hacia una
competitividad empresarial que se basa no sólo en la obtención de beneficios
económicos, sino también en actuaciones que favorezcan su entorno social y
medioambiental, mediante la adopción de políticas de mejora de las condiciones
laborales, respeto a los derechos humanos, desarrollo de programas de recuperación
de los entornos naturales, etcétera. En la actualidad, el término «responsabilidad
social corporativa» es utilizado de forma generalizada para designar el
compromiso de las empresas respecto a estas cuestiones demandadas por la
sociedad.
La empresa al estar formada por
personas y ofrecer productos o servicios para las personas, no puede permanecer
ajena a la sociedad en la que se encuentra inmersa, dado que surge una relación
de interdependencia inevitable. Por tal motivo, es imposible alejar a la
organización de un comportamiento ético de acuerdo con las normas morales y
valores que rigen la sociedad, ya que ésta proporciona: la fuerza laboral y el
mercado de consumidores; la educación y formación de sus empleados; los medios
de comunicación y la infraestructura económica.
La RSE debe concebirse desde dos
dimensiones: la interna y externa. Internamente las prácticas están vinculadas
con los trabajadores y se refiere a los aspectos relacionados con la inversión en
recursos humanos, la salud y la seguridad, la gestión del cambio y la gestión
de los recursos naturales empleados en la producción. En este sentido, es
preciso señalar que si la empresa mantiene compromiso y preocupación por sus empleados
proporcionándoles dignidad y respeto, éstos podrán estar más satisfechos y
motivados al desempeñar sus funciones, darán su mayor esfuerzo y aumentarán su
sentido de pertenencia. Este estado de ánimo y disposición de los trabajadores,
se puede considerar ético, ya que valoran el comportamiento de la organización
como responsable
La dimensión
externa sugiere: la integración de la empresa a la comunidad local; la
colaboración y la cooperación con socios comerciales, proveedores y clientes;
respeto por los derechos humanos en las transacciones, y, la contribución para
solucionar los problemas ecológicos del entorno. Por su parte, autores destacan
que la sociedad en general, espera que las organizaciones demuestren realmente una
actitud responsable para con la comunidad y todos aquellos grupos que se
relacionan directa o indirectamente con éstas. Se debe evitar el engaño y la
falta de información, por lo tanto, la comunidad confiará en la empresa, en la
medida en que ésta le manifieste un proceder caracterizado por la rectitud y honestidad.
Necesidad de una ética de las
organizaciones
La ética en los
negocios parece ser un buen negocio, al menos esa una de las más significativas
evidencias puestas de manifiesto en diversos estudios, entre los cuales
destacan los dos libros publicados por J.C.Collins: “Empresas que perduran” y
“Empresas que sobresalen”.
Adela Cortina
es una autorizada y prolífica profesora de Ética y Filosofía Política en la
Universidad de Valencia (España) que afirma: “Los empresarios
norteamericanos... comprueban con asombro en la segunda mitad del siglo XX algo
tan sabido por la economía misma como que la confianza vende, la credibilidad
vende, la calidad es la mejor propaganda; y que , por el contrario, la chapuza
disuade, el engaño enseña al cliente que “una y no más”, la falta de calidad
hunde a la empresa” (Cortina 1998)
Una de las
mejores formas de poner en evidencia el grado de inteligencia de una sociedad -
o su grado de estupidez – es por las conversaciones. Nietzsche llamó “el
lenguaje del bien y del mal” de un pueblo a esta cultura heredada que es la
palabra usual, el habla cotidiana. Una conversación puede enriquecer, enseñar,
mejorar las relaciones, elevar la cultura de los que hablan, consolidar su
amistad. Otra conversación, en cambio, puede herir, deprimir, disociar,
empobrecer. Las conversaciones predominantes en una comunidad dan el grado de
inteligencia de esa sociedad. El chismorreo, la murmuración, las habladurías,
empequeñecen a todos y hacen que una sociedad se idiotice y se comporte de manera
estúpida. Lo mismo pasa con una familia o una organización. En las comunidades
donde triunfa la inteligencia, las conversaciones estimulan, premian, animan y
hacen que el grupo logre cosas extraordinarias. En las comunidades estúpidas
las conversaciones ridiculizan al exitoso, se burlan del triunfador, escamotean
los logros y provocan que los fracasos se acumulen y se le tenga miedo a la creatividad,
a la innovación y al emprendimiento.
Las sociedades
inteligentes exitosas no son sociedades perfectas, ni sus integrantes son
superiores (cuando se creen superiores comienzan a fracasar). Solo son
sociedades que han aprendido a tejer relaciones de solidaridad, hacer bien las
cosas, ser honestos, resolver adecuadamente los conflictos y tenerse confianza.
Son gente común y corriente que conversan en positivo, se organizan y tejen
relaciones. Las sociedades estúpidas a lo mejor se creen perfectas, o mejores,
sin embargo son un fracaso. Su gente es normal, pero tienen conversaciones
negativas, son desorganizados y no se relacionan. Son deshonestos. Mientras no
cambien están condenadas al fracaso. Y condenan al fracaso a sus organizaciones
y a las empresas.
Un medio para recuperar la
comunidad frente al individualismo
La empresa
puede ser un medio para recuperar la comunidad, pues debido a la modernidad el
mundo se ha vuelto más individualista, lo que hace parecer que el hombre pierde
sus raíces en cuanto su naturaleza de vivir en comunidad relacionándose con la
familia, la iglesia, la escuela, la universidad, la empresa. Los valores
morales que defendemos los hemos aprendido en las comunidades. Todo esto va
componiendo una cultura corporativa o empresarial,
en la que el YO concreto se siente integrado. Empezando por la comunidad
familiar y continuando con las empresas de las que somos miembros: Colegio,
universidad, empresa, club, etc. Lo que hace que los individuos encuentren de
nuevo su razón de ser y trabajar en comunidad buscando la consecución del bien.