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Tema 4: Segunda parte



Urgencia de recuperar la confianza en la empresa
Por regla general la corrupción, como manifestación desviada del ejercicio del poder, se vincula casi exclusivamente a la órbita de la función pública y por ende se centra en la misma, dejando de lado el hecho de que la corrupción no es una mera contradicción con la legalidad vigente, susceptible de ser fiscalizada por unas instancias de control administrativas o judiciales que se resistan al soborno, pues se trata, ante todo, de una fenomenología; de una auténtica contracultura que se filtra en el tejido social, empapando el juego de relaciones entre los individuos que la integran  (servidores públicos y administrados), vinculada fundamentalmente a una preocupante  falta de compromiso ciudadano. Es evidente por tanto, que para que se materialice la figura del corrupto tiene que existir ineludiblemente la voluntad, decisión y acción del corruptor, aquel sin cuya participación la corrupción nunca pasaría del plano de la intención.
Las empresas están urgidas a tomar conciencia de que la corrupción y sus modalidades son la causade crisis de muy alto riesgo para su reputación , muy superior a las generadas por motivos exógenos como accidentes o fenómenos naturales, o por motivos endógenos  (conflictos laborales, problemas financieeros, productos defectuosos, etc.),  quizá solo superas por productos adulterados. Y una empresa sin reputación es una empresa herida de muerte.

La responsabilidad social de las empresas
Desde las dos últimas décadas del pasado siglo, el comportamiento de las empresas está evolucionando hacia una competitividad empresarial que se basa no sólo en la obtención de beneficios económicos, sino también en actuaciones que favorezcan su entorno social y medioambiental, mediante la adopción de políticas de mejora de las condiciones laborales, respeto a los derechos humanos, desarrollo de programas de recuperación de los entornos naturales, etcétera. En la actualidad, el término «responsabilidad social corporativa» es utilizado de forma generalizada para designar el compromiso de las empresas respecto a estas cuestiones demandadas por la sociedad.
La empresa al estar formada por personas y ofrecer productos o servicios para las personas, no puede permanecer ajena a la sociedad en la que se encuentra inmersa, dado que surge una relación de interdependencia inevitable. Por tal motivo, es imposible alejar a la organización de un comportamiento ético de acuerdo con las normas morales y valores que rigen la sociedad, ya que ésta proporciona: la fuerza laboral y el mercado de consumidores; la educación y formación de sus empleados; los medios de comunicación y la infraestructura económica.
La RSE debe concebirse desde dos dimensiones: la interna y externa. Internamente las prácticas están vinculadas con los trabajadores y se refiere a los aspectos relacionados con la inversión en recursos humanos, la salud y la seguridad, la gestión del cambio y la gestión de los recursos naturales empleados en la producción. En este sentido, es preciso señalar que si la empresa mantiene compromiso y preocupación por sus empleados proporcionándoles dignidad y respeto, éstos podrán estar más satisfechos y motivados al desempeñar sus funciones, darán su mayor esfuerzo y aumentarán su sentido de pertenencia. Este estado de ánimo y disposición de los trabajadores, se puede considerar ético, ya que valoran el comportamiento de la organización como responsable
La dimensión externa sugiere: la integración de la empresa a la comunidad local; la colaboración y la cooperación con socios comerciales, proveedores y clientes; respeto por los derechos humanos en las transacciones, y, la contribución para solucionar los problemas ecológicos del entorno. Por su parte, autores destacan que la sociedad en general, espera que las organizaciones demuestren realmente una actitud responsable para con la comunidad y todos aquellos grupos que se relacionan directa o indirectamente con éstas. Se debe evitar el engaño y la falta de información, por lo tanto, la comunidad confiará en la empresa, en la medida en que ésta le manifieste un proceder caracterizado por la rectitud y  honestidad.

Necesidad de una ética de las organizaciones
La ética en los negocios parece ser un buen negocio, al menos esa una de las más significativas evidencias puestas de manifiesto en diversos estudios, entre los cuales destacan los dos libros publicados por J.C.Collins: “Empresas que perduran” y “Empresas que sobresalen”.
Adela Cortina es una autorizada y prolífica profesora de Ética y Filosofía Política en la Universidad de Valencia (España) que afirma: “Los empresarios norteamericanos... comprueban con asombro en la segunda mitad del siglo XX algo tan sabido por la economía misma como que la confianza vende, la credibilidad vende, la calidad es la mejor propaganda; y que , por el contrario, la chapuza disuade, el engaño enseña al cliente que “una y no más”, la falta de calidad hunde a la empresa” (Cortina 1998)
Una de las mejores formas de poner en evidencia el grado de inteligencia de una sociedad - o su grado de estupidez – es por las conversaciones. Nietzsche llamó “el lenguaje del bien y del mal” de un pueblo a esta cultura heredada que es la palabra usual, el habla cotidiana. Una conversación puede enriquecer, enseñar, mejorar las relaciones, elevar la cultura de los que hablan, consolidar su amistad. Otra conversación, en cambio, puede herir, deprimir, disociar, empobrecer. Las conversaciones predominantes en una comunidad dan el grado de inteligencia de esa sociedad. El chismorreo, la murmuración, las habladurías, empequeñecen a todos y hacen que una sociedad se idiotice y se comporte de manera estúpida. Lo mismo pasa con una familia o una organización. En las comunidades donde triunfa la inteligencia, las conversaciones estimulan, premian, animan y hacen que el grupo logre cosas extraordinarias. En las comunidades estúpidas las conversaciones ridiculizan al exitoso, se burlan del triunfador, escamotean los logros y provocan que los fracasos se acumulen y se le tenga miedo a la creatividad, a la innovación y al emprendimiento.
Las sociedades inteligentes exitosas no son sociedades perfectas, ni sus integrantes son superiores (cuando se creen superiores comienzan a fracasar). Solo son sociedades que han aprendido a tejer relaciones de solidaridad, hacer bien las cosas, ser honestos, resolver adecuadamente los conflictos y tenerse confianza. Son gente común y corriente que conversan en positivo, se organizan y tejen relaciones. Las sociedades estúpidas a lo mejor se creen perfectas, o mejores, sin embargo son un fracaso. Su gente es normal, pero tienen conversaciones negativas, son desorganizados y no se relacionan. Son deshonestos. Mientras no cambien están condenadas al fracaso. Y condenan al fracaso a sus organizaciones y a las empresas.

Un medio para recuperar la comunidad frente al individualismo
La empresa puede ser un medio para recuperar la comunidad, pues debido a la modernidad el mundo se ha vuelto más individualista, lo que hace parecer que el hombre pierde sus raíces en cuanto su naturaleza de vivir en comunidad relacionándose con la familia, la iglesia, la escuela, la universidad, la empresa. Los valores morales que defendemos los hemos aprendido en las comunidades. Todo esto va componiendo una cultura corporativa o  empresarial, en la que el YO concreto se siente integrado. Empezando por la comunidad familiar y continuando con las empresas de las que somos miembros: Colegio, universidad, empresa, club, etc. Lo que hace que los individuos encuentren de nuevo su razón de ser y trabajar en comunidad buscando la consecución del bien.