Número de visitantes

Tema 5 (I)

Hacia un nuevo concepto de empresa
Se está produciendo un cambio socioeconómico importante, que podría resumirse en la finalización de la cultura heredada de la revolución industrial, cuyo concepto dominante de empresa era la maximización del beneficio (que, por cierto, ha hecho daño y es responsable de la “imaginación” para incrementar beneficios - de ahí los llamados chiringuitos, la “cultura del pelotazo”…- o la minimización de costes - de ahí, también, los riesgos en la inseguridad alimentaria-). Este modelo de empresa, que maximiza el beneficio como objetivo absoluto, sin más, está pasando a una nueva concepción por la que se piensa que la empresa es una forma más de ciudadanía y, por tanto, ha de convivir responsablemente con el entorno20, al que influye y sobre el que tiene algún tipo de responsabilidad. Es la “ciudadanía organizativa” como concepto paralelo, y quizá más profundo, al de la R.S.E. La explicitación de este cambio del modelo empresarial lo indica la propia Comisión Europea en su Libro Verde sobre R.S.E., indicando los motivos que han impulsado este avance de la R.S.E. Se citan cuatro razones que han motivado este tema:
a) Las nuevas inquietudes y expectativas de los ciudadanos, consumidores, poderes públicos e
inversores en el contexto de la mundialización y el cambio industrial a gran escala,
b) Los criterios sociales influyen cada vez más en las decisiones de la inversión de las personas
o las instituciones, tanto en calidad de consumidores como de inversores,
c) La preocupación cada vez mayor sobre el deterioro medioambiental provocado por la actividad
económica,
d) La trasparencia de las actividades empresariales propiciada por los medios de comunicación
y las modernas tecnologías de información y comunicación.
Es decir, el Libro Verde fomenta la responsabilidad social porque hasta ahora, en general, o ha
sido muy débil o no la ha habido, salvo excepciones. La globalización fractura la sociedad e incrementa la distancia entre la riqueza y la pobreza. La actividad económica deteriora el medio ambiente, aspecto que empieza a ser denunciable por los consumidores e inversores, y los medios de comunicación convierten en transparente los vacíos, abusos, y fallos, que antes eran ignorados, del mundo empresarial. Por tanto la RSE no debiera ser interpretada como un valor añadido, sino como la constatación de un déficit. Es importante insistir en este aspecto, sobre todo cuando se entra en el debate de voluntariedad / obligatoriedad de la RSE, porque podrían darse por supuestos, o por cumplidos, determinados mínimos legales que, quizá, que estén muy lejos de tenerse en cuenta.
Por otra parte, y esto es muy importante, el contexto global en el cual desarrolla su actividad la
empresa deja al descubierto la existencia de vacíos legales, o legislaciones laxas, que es preciso cubrir a través de políticas públicas y/o de la propia RSE por parte de la empresa, que debería tomar sus decisiones de acuerdo con criterios éticos de funcionamiento que han de ser coherentes con todos los entornos en los que opera.

Institucionalización de la Ética en la empresa
Uno de los desafíos más relevantes en relación al discurso ético es pasar de las intenciones o buenos deseos a la acción, es decir a acciones concretas que modifiquen y transformen éticamente a las organizaciones. La tarea de incorporar la ética a la vida de la empresa no es simple y admite algunas dificultades que, si bien no son insalvables, requieren de una detenida consideración con el propósito de obtener los mejores resultados. Es necesario contestar al menos dos preguntas: ¿Ética para qué? Y ¿Cómo se integra a la cultura de una empresa?
El proceso de institucionalización no es igual en todas las empresas, aún y cuando siempre se inicia con un apartado que podemos denominar “necesidad percibida”, es el cuestionamiento que surge en la organización tratando de contestar la pregunta ¿Nos serviría para algo la ética en la empresa? Pero antes de dar respuesta a esta pregunta es relevante conocer las distintas formas de aproximación a la ética por parte de las organizaciones.
Un primer grupo de empresas es el que defiende la necesidad de la ética en la empresa y desarrolla medios eficaces para su incorporación o institucionalización. Estas empresas están empeñadas en crear una cultura ética incorporada al ethos de la misma empresa, alternativa que podemos denominar ética comprometida. Es el caso de las empresas que tienen la intención de actuar éticamente y así lo demuestran con acciones y estrategias.
Existen también empresas que defienden la necesidad de la ética empresarial y que no cuentan con el conocimiento necesario para desarrollar su incorporación o institucionalización. Estas empresas tienen en buen deseo de comportarse con base a principios éticos; sin embargo, sus esfuerzos no logran una aplicación o “aterrizaje” consistente y eficaz. Podemos sintetizar esta modalidad de empresas en una sola expresión: ética como buena intención. La ética está en su discurso, pero no se manifiesta de manera generalizada en sus acciones, compromisos y vida cotidiana.
Una tercera categoría de organizaciones se pueden identificar como aquellas que se oponen a la incorporación de la ética, pero no lo promulgan abiertamente. Manifiestan que creen en principios éticos, pero realizan acciones en donde la realidad nos dice que ignoran o peor aún contravienen los principios éticos. Es el caso de empresas con un doble discurso, que incluso llegan a desarrollar acciones filantrópicas pero incumplen con sus criterios éticos, como asegurar la calidad de sus productos, pagar salarios justos y proteger el medio ambiente por citar algunos. Esta opción demuestra que la relación entre ética y empresa se manifiesta como simple apariencia, y por este motivo se le denomina: ética como cosmética. En este sentido, afirma Lipovetsky: “la ética no constituye una práctica desinteresada, sino una inversión estratégica y comunicacional al servicio de la marca y del crecimiento de la empresa.”
Finalmente, y como una variación de la anterior categoría, se encuentran las empresas ilegítimas, que serían aquellas que se oponen a la incorporación de la ética, y lo demuestran con sus actividades cotidianas. Para estas empresas la ética está fuera de lugar. El negocio consiste en obtener logros o resultados con base a corrupción, manipulación, sobornos o engaño, entre otras medidas similares, y dejar de hacerlo supone, para ellos, desaparecer como empresa: el negocio es la transa. Estas empresas podríamos señalar que considerar que la ética nos estorba.
Esta tipología permite comprender que las empresas enfrentan que las organizaciones pueden clasificarse en distintas posturas frente a los criterios éticos, sin embargo sólo las empresas que buscan privilegiar la ética como convicción y compromiso, son las que pueden aspirar a institucionalizarla y obtener con ello los mejores resultados.
La ética como un verdadero compromiso es aquella que permite realizar una sana autocrítica para preguntarse entre otras cosas:
* Los valores éticos (honestidad, responsabilidad, veracidad, etc.) los practican y transmiten los funcionarios o directivos a través de su ejemplo?
* ¿Existe congruencia entre lo que declaran los directivos y la forma en que desempeñan su trabajo diario?
* ¿El compromiso ético de los directivos es igual de importante que el resto de sus responsabilidades?
* ¿Los dilemas que se nos presentan en la actividad de la empresa: se analizan, discuten y se aplican criterios éticos para resolverlos?
Las anteriores preguntas nos sirven de guía para reflexionar y considerar si deseamos que los valores éticos realmente se conviertan en una cultura que promovemos en la empresa. La pregunta fundamental a contestar antes de pensar en institucionalizar los valores éticos en la empresa sería ¿Estamos convencidos que los criterios éticos como el respeto, la veracidad, la honestidad o la responsabilidad deben ser un valor agregado para la organización? Si la respuesta es afirmativa, la segunda parte será el trabajar en buscar los medios para conseguirlo.

Rasgos básicos de la asesoría ética
La finalidad de esta asesoría es la institucionalización de la ética en la empresa. Este enfoque se apoya en el hecho de que la empresa tiene ya una dimensión moral, derivado de su necesidad de legitimación ante la sociedad, como institución social que es. El objetivo de la asesoría ética sería el de ayudar a la resolución de conflictos, y ello de un modo consensuado. 


Tema 5 (II)

Asesoría ética
Como en toda asesoría se trata de la actividad realizada por un experto con el fin de aconsejar a la empresa a partir de sus conocimientos específicos y a instancia de aquella, para orientar la toma de decisiones correctas y legítimas en los diversos ámbitos de su actividad empresarial. El objetivo y rasgo fundamental de la asesoría ética es la mejora de las buenas prácticas empresariales. Una buena práctica se refiere al cumplimiento de las expectativas legítimas depositadas en la empresa, que tienen que ver siempre con el respeto a la dignidad de las partes implicadas, o intereses generalizables. La empresa fiable es aquella que cumple con las expectativas legítimas depositadas en su actividad y de las que depende su legitimidad social.

Niveles de la Asesoría ética
1. El estudio de la estructura general del ámbito moral en contextos diversos.
2. El estudio de las teorías éticas que dan razón de los principios de actuación y sus contextos.
3. El análisis de la competencia proporcionada por la ética aplicada, consistente en la realización práctica de cada caso concreto de las ideas morales, de acuerdo con el sentido o bien interno que la justifica.
4. Conocimiento del trasfondo hermenéutico (de análisis de los niveles de argumentación y deliberación), del contexto para el que la aplicación es un momento de la misma compresión de la realidad social.

La Empresa como institución social
La empresa, además de ser una célula económica, es una célula social. Está formada por personas y para personas. Está insertada en la sociedad a la que sirve y no puede permanecer ajena a ella. La sociedad le proporciona la paz y el orden garantizados por la ley y el poder público; la fuerza de trabajo y el mercado de consumidores; la educación de sus obreros, técnicos y directivos; los medios de comunicación y la llamada infraestructura económica. La empresa recibe mucho de la sociedad y existe entre ambas una interdependencia inevitable. Por eso no puede decirse que las finalidades económicas de la empresa estén por encima de sus finalidades sociales. Ambas están también indisolublemente ligadas entre sí y se debe tratar de alcanzar unas, sin detrimento o aplazamiento de las otras. Así pues, una adecuada concepción de los que es una empresa exige ampliar el concepto de la misma para incluir en él los aspectos que se encuentran más allá del legítimo fin económico.
En tanto que institución económica la empresa es una institución social y una institución social que está construyendo la sociedad y el mundo en que vivimos. Es desde esta concepción desde la que se pueden exigir ciertos comportamientos y responsabilidades a las empresas.
El primer ámbito de actuación de la empresa es el mercado, que es el modo en que la sociedad decide responder a las preguntas de qué bienes producir, cómo producir dichos bienes y para quién producirlos. El mercado es la herramienta que la sociedad utiliza para redistribuir recursos. Cómo institución social, al igual que todas las demás instituciones sociales, la empresa debe proteger la integridad y dignidad de los ciudadanos.
La pregunta por el papel de la empresa o del mercado en el sistema social es, de hecho, una pregunta “política”. Parte de la base que la empresa no es una institución “neutra”, independiente de la estructura social. Por el contrario, está inserta en la sociedad e implicada en su construcción, a la vez que esa misma sociedad incide sobre la empresa. Hay una verdadera interacción entre empresa y sociedad. Ello implica asumir que la empresa no solamente tiene poder económico. La empresa ayuda a configurar el modelo de sociedad. Por ello es pertinente la pregunta por el modelo de empresa que queremos potenciar, pregunta que está en íntima relación con la pregunta por cuál es el modelo de sociedad más acorde con un vivir más justo y equitativo.


Tema 5 (y III)



Tipos de Asesoría Ética
Asesoría indirecta, cuando se realiza en la empresa pero con carácter general, sin tener en cuenta los problemas concretos y sus condicionamientos. Asesoría directa se ocupa de ayudar al empresario en la toma de decisiones en circunstancias dadas y particulares.

Código ético
El Código ético debe  definir la personalidad de la empresa, el proyecto que constituye su carta de presentación ante el mercado, la sociedad y sus propios miembros. Presentar, en definitiva, un marco de referencia común.
Aspectos de un Management ética de la empresa
El management de la ética tiene en dos ideas. La ética se refiera a principios y valores que guían a un individuo u organización. La administración se refiera a la gestión, particularmente de las finanzas y bienes. Esto quiere decir que el administrador está a cargo de empleados y d el lugar de trabajo o las finanzas pertenecientes a los accionistas. Entonces, la idea de ser un administrador ético quiere decir tomar las riendas de una organización, o finanzas, siguiendo una seria de principios y valores. El management de la ética tiene un número de aplicaciones prácticas en el lugar de trabajo. Primero, los patrones preocupados por la administración ética deben pagar sueldos justos a sus trabajadores. También tienen que exigir horas de trabajo y tareas justas a sus empleados. Además, los empleados deben tener el derecho de acercarse a sus patrones con requerimientos y asuntos; sintiendo que están siendo escuchados. Como parte de su responsabilidad con los accionistas, los administradores éticos de una corporación deben ser honestos, justos y procurar tomar decisiones que beneficien a todos los accionistas. A menudo, no hay respuestas fáciles para todos los problemas del lugar de trabajo. El mejor acercamiento para ser un administrador ético es ser abierto, honesto y colaborar con empleados y accionistas.

LECTURA FINAL DE LA MATERIA

Opinión - 13 julio, 2014 | 12:00 AM
Por: Mons. Baltazar Enrique Porras Cardozo,
Arzobispo de Mérida

La realidad y el pragmatismo llevan al ser humano a justificar su modo de pensar y actuar, más allá de cualquier prescripción. Por eso, es necesaria la existencia de leyes extrínsecas, pensadas y aprobadas para el bien común y no el particular; y la obligatoria existencia de poderes públicos autónomos para que la impunidad y el abuso del poder no se conviertan en la norma de quien tiene la sartén por el mango. La existencia de una ética civil no es solo un buen deseo, sino una exigencia de la justicia. Es el mínimo moral común aceptado por el conjunto de una determnada sociedad dentro del legítimo pluralismo moral. Queda claro que no es la imposición de una mayoría sobre el resto y mucho menos que se exija que todos entren por un único carril: el pluralismo moral no quiere decir que cada uno haga lo que quiera, sino que se llega a consensos mediante un pacto social, una racionalidad que no puede apoyarse en cosmovisiones totalitarias.
La reciente polémica pública en la que se acude al principio de que la lealtad obliga a dejar la crítica de lado o hacerlo en privado para no ser tildado de traidor, es un llamado al encubrimiento y a tapar los males, que por ser públicos o tocar los intereses de la sociedad, no pueden ni deben ser tapados por la complicidad o el silencio.
Lealtad proviene del latín “legal”. Es el cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad, las del honor y hombría de bien. Sus sinónimos son verdad, realidad, rectitud, firmeza. Lo que tiene que ver con el colectivo, con la sociedad, no se puede tratar a puertas cerradas. El destinatario tiene derecho pleno de saber qué y cómo actúan los que dicen trabajar para el pueblo. Encubrir es mentir, favorecer la impunidad y alentar la corrupción que como un cáncer se multiplica en todos los entresijos del poder.

Los que ejercen el poder se ufanan de tener el monopolio de una moral superior en torno a la vida social y política. Los hechos indican que las cosas van por otros derroteros. Quienes deben dar ejemplo se esconden bajo las alas del poder para delinquir. Con el Eclesiastés afirmamos: “otra cosa observé bajo el sol: en el lugar de la ley, está el delito; en el tribunal de la justicia, la maldad.  El que codicia el oro no quedará sin castigo, el que ama el dinero se extraviará por él” (3,16; 31,5).